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De palomas a algoritmos: la velocidad en el trading

historiafinanciera innovación trading Oct 23, 2025

Durante el siglo XIX, mucho antes de que los gráficos en pantalla o los algoritmos dominaran Wall Street, los traders ya comprendían un principio fundamental: la información vale dinero. En una época sin Internet, sin Bloomberg y sin fibra óptica, quien sabía primero el precio de una acción podía ganar fortunas antes de que los demás se enteraran. Y fue precisamente esa necesidad la que llevó a algunos de los primeros arbitrajistas del mundo a mirar al cielo… buscando ayuda en las palomas.

El nacimiento del arbitraje

El arbitraje —comprar barato en un mercado y vender caro en otro— existe desde los orígenes del comercio. Pero en los mercados financieros, donde los precios cambian segundo a segundo, la velocidad lo es todo. En el siglo XIX, las bolsas de valores de Europa estaban conectadas solo por telégrafos y mensajeros. Las noticias de París tardaban horas o incluso días en llegar a Bruselas, Londres o Ámsterdam.

Ese retraso creaba oportunidades para los más astutos. Si alguien podía saber antes que los demás que una acción subía en París, podía comprarla en Bruselas antes de que el precio se ajustara. El problema era cómo hacer llegar esa información más rápido que la competencia.

Las palomas mensajeras: el Internet del siglo XIX

El belga Paul Julius Reuter, fundador de lo que hoy es la agencia Reuters, entendió este desafío mejor que nadie. En la década de 1840, cuando el telégrafo aún no conectaba todas las ciudades europeas, Reuter creó una red de palomas mensajeras que transportaban precios de acciones y noticias financieras entre Bruselas y Aquisgrán.

Estas aves volaban más rápido que cualquier tren o correo de la época, reduciendo el tiempo de transmisión de información a menos de dos horas. Reuter cobraba a los bancos y comerciantes por acceder a sus reportes, convirtiendo la velocidad informativa en un modelo de negocio. Su sistema funcionó tan bien que, incluso cuando el telégrafo llegó, los clientes siguieron confiando en sus datos por su precisión y rapidez.

Podría parecer pintoresco hoy, pero las palomas fueron las primeras “líneas privadas de datos” del mundo financiero. Eran la fibra óptica con alas del siglo XIX, y su eficiencia cimentó la fortuna de un imperio informativo que aún domina el sector.

De las palomas a los cables submarinos

A medida que la tecnología avanzaba, la carrera por la velocidad no se detuvo: simplemente cambió de forma. El telégrafo sustituyó a las palomas, los cables submarinos conectaron continentes, y más tarde el teléfono permitió a los corredores comunicarse en tiempo real.

A finales del siglo XX, la revolución digital llevó la competencia a otro nivel. Internet permitió el acceso simultáneo a la información en todo el planeta. Pero incluso eso no fue suficiente. Los traders institucionales comenzaron a buscar ventajas milimétricas en la latencia —el tiempo que tarda una orden en ejecutarse— y nació una nueva era: la del high-frequency trading (HFT).

High-Frequency Trading: la nueva paloma mensajera

El HFT representa la evolución natural de esa obsesión histórica por la velocidad. En este sistema, algoritmos informáticos ejecutan miles de órdenes por segundo, aprovechando diferencias mínimas de precios entre mercados o activos relacionados. En otras palabras, el principio sigue siendo el mismo que en el siglo XIX: comprar donde es más barato y vender donde es más caro, antes que los demás.

Solo que ahora, en lugar de palomas, se usan cables de fibra óptica, servidores ultra rápidos y centros de datos ubicados físicamente cerca de las bolsas para reducir el tiempo de transmisión. En algunos casos, se han gastado cientos de millones de dólares para ganar milisegundos.

Por ejemplo, la empresa Spread Networks construyó en 2010 una línea directa de fibra óptica entre Chicago y Nueva York que redujo la latencia a 13 milisegundos. Esa mínima ventaja temporal podía significar millones en ganancias anuales para los fondos que hacían arbitraje entre los mercados de futuros y acciones.

El cerebro humano vs. la velocidad digital

Aunque el trading de alta frecuencia es automático, no está completamente libre de intervención humana. Detrás de cada algoritmo hay ingenieros, físicos y matemáticos diseñando estrategias que interpretan los patrones del mercado. Sin embargo, la lógica sigue siendo la misma: quien llega primero, gana.

La diferencia es que hoy los traders humanos ya no pueden competir en velocidad. Su ventaja radica en el pensamiento estratégico, la interpretación de contextos macroeconómicos y la creatividad para desarrollar nuevas formas de entender la información. Las máquinas ejecutan más rápido, pero aún no pueden anticipar eventos inesperados o leer emociones humanas como la avaricia o el miedo, factores que siguen moviendo los mercados.

Lecciones de una obsesión

La historia del arbitraje, desde las palomas de Reuter hasta los algoritmos cuánticos, demuestra que la esencia del mercado no ha cambiado: el valor de la información depende del tiempo. La diferencia de unos segundos —o incluso de unas plumas— puede definir el éxito o el fracaso de una operación.

Esta obsesión por la velocidad también ha moldeado la infraestructura global. La existencia de redes de fibra óptica, satélites de comunicación y centros de datos ultrarrápidos está directamente ligada a las necesidades del sistema financiero. En otras palabras, los mercados no solo se adaptaron a la tecnología: la impulsaron.

Arbitraje en la era cuántica

Y la carrera aún no termina. Las empresas de trading están explorando nuevas formas de transmisión, como la comunicación por microondas (más rápida que la fibra óptica) o incluso la computación cuántica, que podría procesar simultáneamente millones de escenarios de precios.

El futuro del arbitraje podría involucrar inteligencia artificial capaz de detectar microdesequilibrios en los precios globales y ejecutar decisiones en nanosegundos. Pero el principio seguirá siendo idéntico al que inspiró a Reuter: reducir la distancia entre la información y la acción.

Cuando el pasado ilumina el futuro

Pensar que los primeros traders financieros dependían de palomas mensajeras puede parecer anacrónico, pero esa historia revela una verdad profunda sobre los mercados: la tecnología siempre ha sido la extensión del deseo humano de tener ventaja.

El trading ha pasado de alas a algoritmos, pero la mentalidad no cambió. Ayer eran aves cruzando fronteras; hoy son impulsos eléctricos cruzando cables submarinos. La historia del arbitraje es, en el fondo, la historia del ingenio humano buscando ser el primero en saber, el primero en actuar y el primero en ganar.

En cada época, los mercados encuentran su manera de volar más rápido.

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